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Eve Langlais

Tóxico

No juegues con tu comida, es la primera regla de etiqueta que se enseña a los vampiros, y sin embargo me siento tan tentada de mordisquear al médico mortal con el que me veo obligada a trabajar. Mi debilidad por Raphael es un problema... para él. Mi toque es mortal para los humanos, aunque tienden a morir con una sonrisa en la cara.
Los vampiros son reales. Ahora el mundo lo sabe y, en un gesto de buena voluntad, les hemos permitido enviar a un humano para que nos estudie, a fin de que la población comprenda que no tienen nada que temer. No somos asesinos salvajes y descerebrados. Somos supervivientes fríos y calculadores, y sabemos guardar un secreto.
De mí depende que este médico humano no vea demasiado. Así que nada de comérselo, pues estoy segura de que su desaparición pondrá fin a la precaria tregua que la especie vampírica mantiene con el mundo. Me entristece admitir que necesitaremos sus ejércitos y armas en la guerra que se avecina. Una guerra que se niegan a creer que se avecina.
Tontos. No he vivido tanto para sufrirlos, y no me convertí en general del ejército de la reina de los vampiros por ser diplomática. Todos lucharán en la batalla que se avecina, o alimentarán a mis tropas. Todas las cosas vivas cumplirán su parte, o morirán.
Igual que Raphael morirá si sigue tentándome con esos labios. Porque todo el mundo sabe que el beso de un vampiro es tóxico.