1. Amor ciego
«El barón Frederick Wharton leía una carta de su buen amigo Thomas Crawford, en la que le narraba las preocupaciones que le provocaba su hijo James, capitán del ejército de su majestad. Mientras, sus cinco hijas, su hermanastra y su esposa debatían intensamente sobre si era mejor ir a Londres el sábado o esperar hasta el martes siguiente para asegurarse de que no eran las primeras en llegar a la ciudad».
Katherine es la segunda hija del barón y ha crecido escuchando alabanzas sobre su extraordinaria belleza, pero ni una mención a su inteligencia, cultura o buen carácter, por lo que ha llegado a la conclusión de que la belleza es su único don y debe sacar partido de ella. Tras una exposición de su padre sobre la herencia y sus posibilidades, Katherine reunirá a sus hermanas en su dormitorio para compartir con ellas su plan.
2. Escrita en tu nombre
«Lady Wharton tenía dolor de cabeza, como siempre le sucedía tras los primeros días en Londres. El ajetreo, el ruido y los imprevistos le provocaban un molesto dolor en la nuca. Aun así, le gustaba recostarse en el sofá mientras sus hijas parloteaban revoloteando por el salón de mañana».
Emma es la mayor de las Wharton y ha crecido ocultándose de las miradas ajenas con vestidos de cuello cerrado y mangas largas. A Emma le gusta escribir y ha utilizado sus letras para vengarse de Edward Wilmot, el hijo bastardo del conde de Kenford. Pero la joven Wharton no ha tenido en cuenta a quién se enfrenta y sus actos van a tener consecuencias del todo inesperadas para ella y para todos los que la rodean.
Emma guarda un recuerdo del pasado que la hiere en lo más hondo cada vez que está frente a Edward Wilmot. Y al conde bastardo no le gusta nada que le digan lo que no debe hacer o a quién no debe acercarse.
3. No tendrás mi corazón
Caroline sabía que necesitaba tiempo para recuperarse del golpe que le supuso la traición de Nathan y Edwina. Pero cuando le dijeron que necesitaría tiempo para ello no se imaginaba que iba a ser arrinconada como una silla rota que ya no sirve para nada. Porque ella no tenía nada roto. Bueno, sí, el corazón, pero eso no afectaría en nada a su capacidad para sonreír, fingir interés o danzar cuando un caballero tuviese a bien proponérselo. El problema es que no se lo proponía ninguno.
Caroline tiene claro que no va a dejar que la conviertan en una solterona, pero tampoco quiere ser una víctima y por eso no permite que la compadezcan. Se lo va a poner muy difícil a todos aquellos que la quieren, incluso a alguno que se ha visto obligado a ayudarla.
4. La aventura de Harriet
«…no temáis por mí, el capitán Chantler es un caballero y me tratará como merezco. Siempre he querido vivir una gran aventura, me he estado preparando para ello todos estos años, y me temo que esta es mi última oportunidad antes de tener que casarme. Perdonadme si os he asustado al desaparecer así, pero estoy segura de que de otro modo no me habríais dejado.
Vuestra hija, hermana, sobrina, cuñada y amiga que os quiere,
Harriet.
Pd.: Elinor, por favor, no te cases con Colin en mi ausencia».
Harriet siempre ha querido vivir una aventura, se ha estado preparando para ello y lleva consigo su arco y su jō, armas que maneja con maestría. Pero no siempre las cosas salen como una espera y no es esta la aventura que ella había planeado.
5. Impetuosa y rebelde
«-¿Cómo sabes tú todas estas cosas? No, no me contestes, prefiero no saberlo.
El barón era consciente de que Edward y Alexander estaban a punto de jalearla y no era eso lo que le convenía a su hija.
-No tiene nada que hacer, señor - apuntó Alexander conteniendo una sonrisa-. Está claro que Elinor venía mucho mejor preparada que usted a este combate.
-Esos luditas harían bien en incorporarte a sus filas - añadió Edward y Frederick lo miró con severidad.
-Solo hace falta que vosotros la alentéis.
-Dios me libre - dijo Alexander haciendo un gesto con las manos en señal de excusa.
Edward, en cambio, siguió sonriendo con aquella expresión admirada. Las mujeres fuertes eran su debilidad».
Elinor no puede mostrarse indiferente ante las injusticias ni ante la desgracia de sus semejantes, sin importar que esos «semejantes» vivan en casas lujosas o en las que Daniel Woodhouse construyó para sus trabajadores.
«-¿Ruby está de acuerdo en que la utilices?
-No hago semejante cosa. Somos amigas.
-¿Amigas? —Soltó una carcajada-. ¿Y ella lo sabe?
-Por supuesto que lo sabe. El domingo voy a ir a tomar el té a su casa.
Henry no daba crédito, sus ojos seguían riéndose aunque su boca se hubiese quedado abierta y enmudecida.
-No pongas esa cara, yo llevaré los pastelitos.
-Ah, bueno, si tú llevas los pastelitos es otra cosa».
Elinor lo tiene claro, ni Henry Woodhouse ni ningún otro la apartará de su propósito y si para ello tiene que aceptar las condiciones de Colin y asistir a todo baile y evento que se organice esa temporada en Londres, lo hará con tal de no acabar sometida a un hombre.
«-Deberías mirarte alguna vez en el espejo, quizá descubras que puedes ser tan cruel e injusta como, según tú, somos todos los demás. - Se apartó de ella y la miró serio, pero ya sin acritud. Tú también haces daño, Elinor».
6. La decisión de Elizabeth
«-Por cierto… - William movió la copa en su mano lentamente-. ¿Quién es ese Dougal que las acompaña? ¿Qué podéis contarme de él?
Alexander y Edward se miraron un instante antes de volver a fijar la vista en William.
-Es una larga historia - dijo Alexander.
-Necesitaremos más vino. - Edward se levantó para coger otra botella».
Cuando Elizabeth y Meredith llegan a las Tierras Altas de Escocia, escoltadas por el hijo mayor de los McEntrie, no son muy bien recibidas. Elizabeth no es legalmente una Wharton y Bhattair y su familia se encargarán de dejarlo claro del modo menos sutil posible.
«-Bhattair tiene miedo - dijo Elizabeth como si acabara de darse cuenta.
-¿Miedo? - Meredith se giró para mirarla interrogadora-. ¿Miedo de qué?
-De lo que quiere tu abuelo de ti. Y ahora que lo sé, me muero por saberlo yo también. ¿Tú no?»
Que Dougal McEntrie no tiene pelos en la lengua, todo el que lo conoce lo sabe, pero esa resabida puritana que lo saca de quicio parece no tenerlo claro.
«-¿Iba a besarme? - dijo ella de pronto y su expresión demostró que era la más sorprendida de los dos.
Dougal sonrió.
-Ahí está al fin - dijo satisfecho.
-Ha insistido en que le preguntase, ¿no va a contestarme?
-Sí.
-¿Sí, qué? ¿Sí va a contestarme o sí iba a besarme? - preguntó con las manos en la cintura.
-Sí a las dos cosas».
7.Una navidad con las Wharton
Un regalo de çnavidad hecho con mucho cariño.
William vuelve a Londres para casarse antes de Navidad y se encuentra con que Elinor Wharton ha decidido organizar una comida navideña muy especial en la que los novios estarán también incluidos.
Mientras Emma pasa las Navidades con Elizabeth en Escocia, las Wharton se reúnen para disfrutar de una celebración muy especial.
Si te quedaste con ganas de saber qué fue de William y Bethany disfrutarás con esta novela corta.
8. Entre tú y yo
«-¿Quieres que entre en su cuarto?
Belinda asintió.
-Si alguien me viese entrar en su dormitorio, sería nefasto.
-Sería mucho peor si me viesen a mí. Además, yo puedo vigilar que nadie salga del salón. Lo haremos cuando él llegue y todos estén recibiéndolo y atosigándolo a preguntas. Nadie la verá, se lo prometo».
Cuando Meredith aceptó ayudar a su pupila, Belinda, dejando una nota para Ryan Crawford en su dormitorio, lo último que esperaba era que Frederick Wharton la pillase in fraganti.
«Meredith sostenía la carta en su mano, apretándola con fuerza, dispuesta a defenderla con su vida si era necesario.
-Apártese de mi camino para que pueda salir - ordenó ella.
Frederick se cruzó de brazos en actitud defensiva y la miró con fuego en los ojos.
-No saldrá de aquí sin una explicación.
-¿Va a retenerme en un dormitorio en contra de mi voluntad?
-Usted se ha metido solita en este lío; ahora no me culpe».
Que Frederick Wharton odia a las institutrices, todo el mundo lo sabe, pero esa pelirroja del demonio se ha propuesto poner su mundo patas arriba y no ceja en su empeño de atormentarlo.
«-Imagino que si le pido un baile, me dirá que no.
-No me lo pida.
-¿Tan patético le parezco que hasta se compadece de mí?
Ella lo miró, sin ocultar que se sentía mortificada.
-No lo considero patético en absoluto, señor Wharton. Pero preferiría no tener que rechazarlo.
-Una vez más».
Un barón intransigente e insensible, un relojero escocés, una joven soñadora, dos hermanas muy locuaces, una madre soltera, un acérrimo enemigo de las institutrices y una joven de pelo rojo con mucho carácter e institutriz, para más señas…
Si te gustaron Las Wharton, querrás conocer cuál fue el origen de su historia.