1. Vivo y sano
Cecily Kennedy no esperaba acabar en un rancho ganadero.
Pero necesita un trabajo y un refugio de su maltratador marido.
Si tan solo su nuevo jefe, Austin Wells, le dejara claro si la odia o la quiere. Su mirada le hace sentir cosas que no había sentido en años. Aunque superar a su ex metiéndose debajo de su gruñón jefe, no merece la pena por las posibles consecuencias.
Austin es un ranchero rudo y sin pelos en la lengua que se arrepiente seriamente de haber dejado que su jefa de cocina contratara a su propia ayudante. Por lo que a él respecta, Cecily no se quedará mucho tiempo. Nadie se queda nunca. Y la marca del anillo de boda que aún lleva en el dedo le causa más problemas de los que vale.
Cuando el pasado de Cecily la alcanza, Austin descubre que ella ya ha puesto un hierro candente en su corazón. Quiere que se quede. Pero primero tiene que mantenerla a salvo.
Ella vive según las reglas. Él vive para romperlas.
Cassidy Bowman tiene reglas estrictas para mantener su reputación de buena chica: no sale con los lugareños de Wells Ranch, y definitivamente no se acuesta con hombres con los que no está saliendo. Pero después de un encontronazo con su exnovio, y unas cuantas copas de más, está lista para romper esas reglas y permitirse una noche de imprudencia.
Por otro lado, el vaquero local Chase "Red" Thompson nunca ha conocido una regla que no le haya encantado romper. Con un flechazo de Cassidy desde hace mucho tiempo, está más que dispuesto a aceptar su oferta de una aventura de una noche y su única condición: debe aceptar no volver a hablar de ello nunca más.
Eso es hasta que dos líneas rosas anulan todo el libro de reglas de Cassidy. Cassidy no busca una relación con el vaquero rudo, y Red no necesita que nadie le diga que no es lo suficientemente bueno para la novia de Wells Canyon.
Así que llegan a un nuevo acuerdo: serán amigos y padres compartidos, nada más. Pero a medida que sus límites cuidadosamente construidos comienzan a difuminarse, Cassidy podría darse cuenta de que quizás algunas reglas valen la pena romper.