.

.
.

Michelle Francoise de la Condamine

El amo de la sumisa 


El hombre decidió tomar mayor posesión de ella y, mientras subía los escalones deslizó sus manos bajo la falda de la joven. Sus muslos, firmes y blancos eran un premio para las manos de su amo, que se dedicó a masajearlos. Ella temía que alguien bajara por la escalera y contemplara la escena y ese temor, unido al súbito temblor que le produjo el contacto de las manos de su dueño le hizo perder el equilibrio y caer de nuevo a cuatro patas. El hombre se enfadó...