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Miranda Jarret (Hermanas Penny)

1. Una dama y una apuesta 


Un secreto del pasado amenazaba con separarlos… ¿o quizá los uniría para siempre?
Cassia Penny dirigía una popular casa de apuestas en el Londres de la Regencia. Su estilo siempre había impuesto las modas y ése era precisamente el tipo de talento que buscaba Richard Blackley.
Él se había hecho millonario por sus propios medios y pretendía convertirse en todo un caballero londinense. Cuando Cassia perdió aquella apuesta, Blackley decidió cobrársela pidiéndole ayuda para arreglar y decorar la deteriorada mansión que acababa de adquirir… pero el mejor adorno que podría encontrar para su hogar era su maravillosa belleza.
Y mientras transformaba la vieja casa, Cassia quizá transformara a Richard…

2. Veneno y azar 


A pesar de lo que sentían el uno por el otro, la verdad podría separarlos…
Como dueña del mejor salón de juego de Londres, Bethany Penny se codeaba con los caballeros más elegantes de la ciudad. Sin embargo, prefería ayudar a los más necesitados. Pero, en cuanto vio a aquel misterioso soldado, sospechó que bajo su frialdad y su aspecto descuidado se escondía un hombre rico en secretos.
El mayor William Callaway había vuelto de la guerra convertido en un hombre herido y decidido a ocultar su identidad. Pero no había esperado toparse con aquella belleza de cabello cobrizo, ni con el misterio en el que ambos estaban implicados y que podría poner en peligro sus vidas...

3. Amenaza misteriosa


Eliot Fitzharding, duque de Guilford, siempre había acudido a Penny House a disfrutar de los juegos de azar, pero últimamente se había dado cuenta de que se le aceleraba el corazón no cuando daba la vuelta a una carta, sino cuando se encontraba con Amariah Penny, la encantadora propietaria del club.
Amariah, una inteligente y bella pelirroja, también disfrutaba enormemente de la compañía de Guilford… quizá demasiado. ¡Ojalá no fuera tan atractivo! De pronto alguien empezó a acusar a Penny House de dar refugio a un tramposo y amenazó con vengarse si no lo expulsaban. Y Guilford no dudó en acudir en su ayuda...