Emma Bourke es una de esas mujeres que gracias a su atractivo, si es que lo tiene oculto debajo de su anticuado estilo, pasa desapercibida totalmente.
Emma es secretaria desde hace tres años de Tristan Cole, su jefe y uno de esos hombres que definitivamente cualquier mujer con ojos en la cara, se voltearía para ver.
Tristan es guapo por dónde se lo mire, divertido, galante, seductor hasta el hartazgo, y también un mujeriego sin remedio, y Emma, inexorablemente, se enamoró de él casi desde el mismo día en que fue contratada por Cole Publisher.
Pero tal parece que Tristan tiene ojos para cualquier modelito que lleve faldas..., o pantalones bien ajustados, a decir verdad: cualquier fémina alta, delgada, rubia y hermosa, use la ropa que use, pero nunca alguien como Emma Bourke.
Es en el baile de máscaras que organiza la empresa, a beneficio de un hospital materno-infantil, que Emma decide por una sola noche, dejar su ropa pasada de moda y lucir prendas seductoras.
Tristan se ve atraído por aquella diosa de curvas dignas de provocar un infarto y se dedica toda la noche a seducirla, aunque en ningún momento puede averiguar la identidad de la mujer detrás del antifaz.
Emma supone que las cosas para Tristan seguirán como siempre: conquista, noche de pasión, un ramo de flores al otro día y después, ¡si te he visto, no me acuerdo! Pero la secretaria se sorprende, al pasar los días y averiguar que su jefe está obsesionado con la mujer misteriosa y ella, simplemente, no se atreve a revelarle la verdad... ¿Será capaz de hacerlo?