Bendíceme, papá
Entró en nuestro santuario llena de desafío y cicatrices.
Ahora no podemos decidir si quebrarla... o quedárnosla.
Meredith Grier pensó que este lugar era sanador.
Un retiro tranquilo.
No lo es.
Es obediencia.
Es control.
Es rendición.
Llegó bocazas e imprudente, cargando la culpa como un escudo, y lo notamos.
Cada palabra. Cada mirada. Cada vez que intentaba fingir que no se estaba desmoronando.
Mi padre dirige este lugar con sermones y silencio.
Mis hermanos y yo servimos como sus ejecutores.
Pero ella no se arrodilla fácilmente.
Lucha.
Tienta.
Y cuanto más tiempo se queda, más nos damos cuenta: no está solo de paso.
Ella es la tormenta.
Lo único que este lugar nunca fue construido para contener.
Para cuando terminemos, no solo entenderá las reglas.
Anhelará lo que viene después de romperlas.
