Vera Beryl (Rainbell Falls)

1. Entre latidos

Era la mejor hacker del país.
Había desenmascarado a decenas de organizaciones que se dedicaban al abuso de mujeres y niños. Hurgaba en sus asuntos, daba con la información y la enviaba de forma anónima a la policía, siempre desde la sombra y la seguridad de mi hogar.
Hasta que los hombres de Mist se personaron en él para matarme.
Escapé de milagro, y no me quedó otro remedio que aceptar la oferta de una de las pocas personas con las que mantenía una relación cordial y esconderme en su pueblo natal hasta que las aguas se calmaran.
Lo que no me dijo fue que su hermano mayor vivía en la casa de al lado, que era el jefe de policía de aquel lugar y que no tenía ni idea de mi llegada.
Tampoco que era un imbécil de cuidado.
Menos mal que yo no me quedaba atrás.

2. Entre secretos


Nunca pensé que terminaría convirtiéndome en la mano derecha del capo más influyente de la mafia neoyorquina.
Todo empezó cuando el FBI me reclutó, entrenó y preparó para dar uno de los mayores golpes de la historia.
Mi misión era ganarme la confianza de la familia, descubrir sus operaciones y acabar con ellos.
Empecé en el eslabón más bajo, realicé trabajos que me hicieron cuestionar mis principios y llenaron mis noches de pesadillas, pero no tuve otro remedio, necesitaba acercarme a Fabio Moretti.
Y lo hice.
Demasiado, quizá.
Hasta el punto de recibir la tarea más importante de todas: proteger a su hija, Allegra Moretti, quien acababa de terminar la universidad y volvía a casa sin tener ni idea de los asuntos familiares que su padre lideraba.

3. Entre sonrisas


Siempre fui el más despreocupado de mis hermanos, pero cuando una lesión me apartó de mis sueños y derivó en que mi prometida se metiera en la cama de mi mejor amigo porque solo buscaba mi fama y dinero, mi perspectiva cambió.
Volví a casa con mis hermanos y me zambullí de lleno en mi recuperación. No dejé que mis ánimos decayeran, me esforcé al máximo por sanar y obtuve unas cuantas recompensas, como encontrar a un Ares perdido y desconfiado que me ayudó más que nadie a seguir adelante.
También lo hizo convertirme en entrenador de los más pequeños del pueblo. Esos diablillos me daban la vida con sus sonrisas y comentarios, aunque el trabajo me dificultaba bastante la tarea de mantenerme alejado de cualquier mujer, sobre todo de una que parecía no querer saber nada de mí.

4. Entre miradas


Hacía años que mis habilidades, junto con las de mi socio y amigo Reid, habían catapultado nuestra empresa Thorne & Green security a la primera posición en el sector de la seguridad privada. Aquello, además de proporcionarnos buenas sumas de dinero, me había permitido volver a Rainbell Falls y, por lo tanto, evitar tener que relacionarme con los clientes y hacer trabajos de protección individual.
Dado que compartía terreno con mis hermanos, Ash, Jay y Olivia, era imposible gozar de la tranquilidad que anhelaba, pero podía refugiarme en mi hogar y disfrutar de la soledad durante varias horas al día. Aquel espacio era mi santuario, aunque dejó de serlo cuando Reid apareció en mi puerta acompañado de una princesa a la que debía esconder y proteger.
Jodida vida.

5. Entre recuerdos


Llevaba demasiado tiempo fuera de casa, escondido en aquel apartamento luminoso de la gran ciudad mientras mi corazón me gritaba que mi hogar se encontraba en Rainbell Falls junto a mi familia y a esa mujer que siempre lo había sido todo para mí.
La había cagado, me había comportado como un cobarde y un capullo durante demasiados años y cada día que pasaba me resultaba más complicado sacar la cabeza de mi trasero para hacer lo que debería haber hecho desde un principio.
Sin embargo, aquel era yo, el trillizo bromista e impulsivo, el que desaparecía durante más de una década sin dar explicaciones y reaparecía de la misma forma con un único propósito: recuperar mi felicidad al lado de las personas más importantes de mi vida, aunque sabía que una de ellas no me lo pondría nada fácil.

6. Entre deseos


Ser la menor de seis hermanos tenía muchas ventajas, como no aburrirte nunca, tener siempre con quien hablar o ser la mimada de la casa, sobre todo, cuando eras la única mujer. Sin embargo, también tenía sus desventajas, como la imposibilidad de gozar de un rato a solas, que ningún compañero de clase se atreviera a pedirte una cita o tener la mala suerte de enamorarte del mejor amigo de tu hermano mayor.
Esa había sido mi maldición, una que me había acompañado durante media vida, ya que a mis casi treinta años seguía loca por él mientras aseguraba a mis amigas que Ash era como un hermano más para mí. Lo había repetido tantas veces que ya podría habérmelo creído, pero mi corazón no era tan fácil de manipular, algo en mi interior me empujaba a no darme por vencida y comenzaba a cansarme de ser la más buena de la familia.