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Dorothy McCougney (Durham)

1. Si el jazmín hablara


Inglaterra. Año 1821.
Con veintiséis años ya cumplidos, Daphne Tindale está resignada a ser todo lo que se espera de ella, a su soltería y a hacer las veces de carabina de su hermana menor.
Cuando su vigilada huya de Londres hacia Gretna Green con un presunto cazafortunas, Daphne los perseguirá en una carrera contra el tiempo para evitar un matrimonio que los arruinaría.
Pero las fuerzas de la naturaleza y su salud obran contra sus planes, por lo que deberá pedir asilo en un castillo aislado a la vera de la ruta. Allí conocerá a Neil McKay, un escocés empobrecido y retirado del mundo, y a su particular familia.
La dejadez y el hipnotismo se funden en la persona de su anfitrión, un rebelde sin fe en Dios que enciende tanto como desbarata las fantasías y creencias de Daphne.
¿Llegará a Gretna Green a tiempo de impedir el casamiento de su hermana? ¿Y si encontrara el amor a una edad impensada y con alguien que no es de su clase social?
Dorothy McCougney nos sumerge una vez más en una historia de amor en la Inglaterra decimonónica cuyos protagonistas son peculiares y distan de ser perfectos, dotándolos de un especial sabor humano.

2. Donde no imaginas


 Condado de Durham, Inglaterra. Año 1826.
Dugan Craig es un joven tímido e idealista. Vive en un castillo aislado a la vera de la ruta donde habita gente extraña: tienen poca vida social, no asisten a la iglesia y hacen trabajar a las mujeres. Es un McKay, y este apellido es mala palabra en la casa de la vicaría.
La hija del vicario y su amiga, Rachel Stewart, destaca por su actitud bondadosa, su capacidad para socializar y su admiración por los escritores del romanticismo. Ha recibido una educación rígida, por lo que no confesaría a cualquiera cuánto pueden en ella las palabras y gestos sentimentales.
Dugan la admira en secreto desde hace tiempo, pero su timidez y su pobre concepto de sí mismo le impiden creer que Rachel pueda corresponderle. Para empeorar la situación, ella se ha enamorado de un hombre rico que se muestra melancólico y apasionado.
Cuando Rachel comente a Dugan sus sentimientos, el joven los aceptará y se retirará herido, aunque no podrá olvidarla. Las cartas están echadas y son muy malas para ambos, al punto en que pueden perderlo todo.
¿Qué fuegos se ocultan bajo la calma apariencia de Dugan Craig? ¿Son todas las palabras igualmente sinceras? Y si Rachel mirase más profundo, ¿qué descubriría?
En la segunda entrega de esta serie de novelas cortas, Dorothy McCougney nos invita a recorrer de su mano un romance con una ironía sutil, que busca lanzar preguntas sobre el poder y el valor de las palabras.

3. La noche de las nueces


Condado de Durham, Inglaterra. Año 1827.
Penelope Standeford lleva muchos años atrapada en un matrimonio que considera un infierno. La decepción y el maltrato sostenido en el tiempo la han sumido en el letargo. Procura tolerar los tragos amargos con la ayuda de frivolidades. A pesar de los golpes, en sus horas solitarias sigue soñando con la libertad, su bien más ansiado. El problema no es menor: es muy improbable que se conceda un divorcio solicitado por una mujer.
Desde que se asentó en Durham, hace un año, ha escuchado muchas veces hablar de un tal Edward Loring. De él se dice que es un hombre peculiar con un carácter fuerte, pero dispuesto a escuchar las causas justas. De él se dice que, para ser abogado, tiene demasiados escrúpulos. Ella no conoce muchos hombres con escrúpulos, pero poco pierde con intentarlo.
Quizás haga falta ablandarlo primero. Para ello tiene una mente filosa, una belleza extraña y sensualidad a raudales. Quizás el festejo pagano de Samhain, devenido en Halloween, sea un buen momento para comenzar.
Edward no está convencido de que esa dama valga poner su carrera en riesgo, haciendo algo tan osado como representar a una mujer en un pedido de divorcio. Pero lo envuelve el carisma del aura blanca que parece flotar alrededor de ella y dejarlo idiota, lo persigue su propio pasado, y quizás haga cosas que nunca pensó que haría.
Y, tal vez, las manos de Edward tengan más que ofrecer que escritos bien argumentados, y sus labios más para dar que oratorias con una retórica brillante. ¿Habrá otra oportunidad para un corazón femenino que cerró las puertas hace tiempo?