Amanda Richardson (Medianoche)

1. Baila con el diablo

Ella no tiene idea de que está trabajando para un monstruo. El diablo encarnado.
El Dr. Frankie
Dante Kincaid es un psiquiatra de renombre mundial y mi jefe.
Cuando una confusión en un hotel nos obliga a compartir una suite en un viaje de negocios, todo cambia.
Está rodeado de secretos, siempre manteniendo las distancias mientras me da órdenes con esos trajes impecables.
Cuando me dice que cierre la puerta por la noche, debería hacerle caso.
Pero mi curiosidad por lo que esconde al anochecer es demasiado intensa como para ignorarla.
Dante
Francesca es mi mayor obsesión y mi mayor vulnerabilidad.
Mi condición me obliga a mantenerla a distancia, pero mis emociones están en un estado de agitación, lo que me impide controlarme.
Creía tenerla completamente clara: que lo que ocurre en la oscuridad debe permanecer en la oscuridad.
Pero la verdad es que, después de probarla una vez... nunca podré parar.

2. Juega con el fantasma

Ari
Pensé que quería estabilidad, seguridad, alguien seguro. Durante dos años, me convencí de que Asher, mi novio pulido, predecible y perfecto, era suficiente.
Hasta que empezaron las cartas. Crípticas. Obsesivas. Destinadas solo para mí.
Entonces, conocí al gemelo de Asher. Maddox Cross. Un nombre que nadie pronuncia. Un delincuente convicto.
Asher me advierte que me mantenga alejado, pero Maddox me abre, pieza por pieza, como si ya supiera mis secretos.
Y cuando la verdad salga a la luz, no tendré que elegir entre dos hermanos.
Porque uno de ellos nunca me dejará ir.
Maddox
Veinte años en una jaula le hacen cosas a un hombre. Le dan tiempo. Tiempo para pensar. Tiempo para recordar. Tiempo para obsesionarse.
Asher nunca mereció a Ari. Lo supe en el segundo que me enteré de ella.
Ella no pertenece a su mundo perfecto. Ella pertenece a mi mundo, donde las chicas buenas se arruinan y los hombres malos no la dejan ir.
Ahora estoy aquí. En sus sueños. En su habitación. En la oscuridad, tocándola, saboreándola, esperando.
Nunca huyó. Solo esperaba a que la atrapara.
¿Y ahora que lo he hecho?
Dirá mi nombre en la oscuridad, destrozada y sin aliento, hasta que sepa que nunca estuvo destinada a pertenecer a nadie más.