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Carole Mortimer (Las hermanas Copeland)

1. Secretos de seducción


¡Caballeros, esta noche, para todos ustedes, la señorita Caro Morton!
Lady Caroline Copeland, con el corazón acelerado por los focos del club de juego más elegante de Londres, salió con paso vacilante de detrás de la cortina... Echó una ojeada a la multitud que tenía delante, pero sus ojos se quedaron clavados en el caballero de aspecto inquietante que la miraba con el ceño fruncido desde el fondo de la sala. 
La intensidad de su mirada era tal que le atravesó el disfraz, le secó la garganta y la hizo sonrojar. Caro se había jugado la reputación por estar allí y no podía arriesgarse a que nadie se acercara demasiado a ella y desvelara su secreto, independientemente de lo mucho que su cuerpo anhelara dejarse arrastrar...

2. La dama dijo sí


Lady Diana Copeland fue a Londres sin perder un segundo para decirle a lord Faulkner, el tutor que le habían asignado, lo que pensaba exactamente sobre sus intolerables pretensiones matrimoniales. En realidad, nadie más podía decírselo si sus dos díscolas hermanas se habían escapado...
Ese hombre impresionante con aquel brillo altivo en los ojos no podía ser el tutor viejo, necio y presuntuoso que estaba esperando... Diana tomó una bocanada de aire para intentar no car en las redes de la mirada embriagadora de lord Faulkner... ¡o para no claudicar completamente y convertirse en su esposa!

3. Nobleza oculta


Tenía un secreto inconfesable…
Lady Elizabeth se había escapado de su casa para evitar un matrimonio que no deseaba y no tuvo problemas en desempeñar el papel de simple señorita de compañía de la dama que la acogió. El problema surgió cuando tuvo que cuidar a Nathaniel, el sobrino de su benefactora, que además de ser el hombre más increíblemente apuesto que había visto en su vida estaba siempre tentándola con su cuerpo de Adonis y sus batallas dialécticas.
Elizabeth estaba deseando quitarse los vulgares vestidos de Betsy para que se supiera que su sangre era tan azul como la del libertino que estaba robándole el corazón. ¡Pero no podía salir airosa de aquel embrollo! Y menos en el caso de que Nathaniel rompiera sus defensas con aquel tormento de seducción y le arrancara una confesión...